EN DEFENSA DEL MANGA Y DE LOS OTAKUS COMO SOLMOS MUCHOS JUGADORES DE YUGI PONGO ESTE TEXTO ESCRITO POR EL DIARIO ABC EN EL QUE EN GENRAL ESTA DE FORMA IGNOMINIOSO Y ABERRNATE, HATS AME PODRIA INDIGNAR UNA ICNURSION TAN CRUEL HACIA SERES HUMANOS QUE LEEN MAS QUE MUCHOS OTROS, QUE SE DEDICAN A LAS DROGAS ETC
LO MAS REMARCABLE ES EL PRIMER PARRAFO DONDE DICEN QUE LOS OTAKUS VIVEN EN UNA RELIDAD PARARELA
PONED BUESTROS COMENTARIOS AL RESPECTO EN EL SIGUIENTE LINK
http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=8903&num=833&sec=42
Más allá de los «Otakus»
Por Shingo Kato.
RSS Comparte 19 de enero de 2008 - número: 833 Vota: 1 2 3 4 5 Resultado: Tamaño del texto
Para algunos de los otakus japoneses, más familiarmente conocidos por los españoles como frikis, personas con tendencias extravagantes y provocativas, una chica que aparece en un tebeo manga se convierte en su propia novia. No es una casualidad. A estos otakus les cuesta mucho tener contacto con las chicas del mundo real y por eso se encierran en el mundo virtual del manga. Tal vez los lectores piensen que ya eran muy raros antes de aficionarse a su lectura, algo arriesgado en una sociedad con mucha presión social como la japonesa. Pero las cosas cambian. Se podría decir que, en el Japón actual, los otakus están incluso representados en la Cámara de los Diputados. Taro Aso, un ex ministro de Asuntos Exteriores, se reconoce como gran aficionado al manga y a veces se toma por uno de los otakus. Aso siempre lleva en su coche la más reciente edición de los mangas, que aparecen semanalmente. Hace unos meses, en la campaña de elecciones para la presidencia de su partido, escogió el barrio de Akihabara, la meca de los otakus de todo el mundo, para una de sus intervenciones públicas.
Hasta que el manga ha ocupado este lugar prominente, el camino ha sido muy largo. Se dice que el primer manga japonés data de hace un milenio, pero su formato actual se constituyó hace unos setenta años; desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el mercado no ha dejado de crecer. Los años setenta y ochenta representaron la «fiebre del oro» de las revistas manga semanales y aparecieron grandes obras, como Doraemon, Gundam y Bola de Dragón. Más tarde, la difusión de internet y la depresión económica de los años noventa bajaron las ventas, pero también se generaron nuevos soportes y espacios, caso de la «Manga Kissa» («Cafetería Manga»), donde hay muros cubiertos de estanterías de manga, máquinas de café y numerosas salas individuales con una silla y un ordenador con internet. Allí la afición se multiplica.
Música y espíritus. Entre los recientes mangas hay que destacar Vagabond, cuyo protagonista es Musashi Miyamoto, quizás el samurai más famoso, entre otras cosas por ser el autor del libro Hagakure. También destaca Nodame Cantabile, historia de una extraña pianista que puso en marcha el boom de la música clásica en Japón. O NANA, también sobre una chica que se dedica a la música, en este caso al rock. Y otro muy diferente: Death Note, en el que combaten dos muchachos por un «cuaderno de muerte», con el que se puede matar a las personas tan sólo escribiendo su nombre. Otro título que recordar es Mushishi, un silencioso y bellísimo manga en el que un chico mágico de hace unos cien años combate y dialoga con espíritus en la naturaleza japonesa.
Como ha puesto de relieve mi compañero historiador Kenji Matsuda en este suplemento, el manga «forma parte de la cultura japonesa»; también refleja su actualidad. Un ejemplo de ello serían los mangas Sekai-Kei. La palabra japonesa Sekai significa lo mismo que «mundo», pero aquí se refiere al mundo que rodea a una persona. Estos mangas están muy lejos del clásico Gundam, que era del tipo Star Wars. La obra pionera de Sekai-Kei es Saishuu Heiki Kanojo («Mi novia, el arma final»). Está protagonizada por una pareja de jovencitos que vive una vida pacífica en una aldea japonesa. De repente, se descubre que la chica es el arma final de la humanidad transformada por las Fuerzas de Autodefensa de Japón, por lo que tiene en su mano el destino de todos los seres humanos sobre la faz de la Tierra. Como otras parejas, tienen riñas y la chica se enfada, pero eso significa el derrumbamiento total de una ciudad o numerosas muertes, ya que ella es el arma todopoderosa. Así, un pequeño y precioso amor de un chico y una chica se conecta directamente al destino de todos.
Parálisis social. Algunos sociólogos consideran que este carácter del Sekai-Kei es resultado de la parálisis social extendida entre los jóvenes japoneses, una reacción a los cambios traídos por la globalización. Según sus hipótesis, la cantidad de información que les llega de todo el globo cada día supera su capacidad de procesarla. Como reacción de autodefensa eligen, inconscientemente en muchos casos, reducir su mirada, limitarla. Antes los jóvenes japoneses pensaban en un contexto social. Viendo Gundam, los niños de los años ochenta ampliaban su punto de vista. Estos días, en cambio, se encierran en su mundo propio, el Sekai, y no contemplan nada más allá de su familia, novio o novia y amigos.
Otra tendencia reciente viene representada por el Gômanizumu Sengen («Manifiesto de "soberbia", Gô-sen»). Desde su primera publicación en 1992, este «ensayo manga» (el protagonista es el propio autor, Yoshinori Kobayashi) acumuló seguidores por su estilo al emitir opiniones y tratar temas polémicos, como la coreanofobia o Kenkanryu, un manga que Kobayashi criticó y del que señaló: «sólo sirve para que la xenofobia se extienda por Japón». Ello no implica que no represente un, a su juicio, sano nacionalismo. A fines de los años noventa, Kobayashi entró en la polémica de la memoria histórica en versión japonesa. Sus asuntos principales fueron el templo de Yasukuni, donde se conmemora a los criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial, y los contenidos de los libros de texto sobre la historia de Japón, en un sentido más conservador y tradicional. De ahí que llame la atención que, mientras mangas como Mi novia... desvelan una total despreocupación por la sociedad japonesa, otros como Gô-sen insistan en la necesidad de pensar más en ella, actitudes ambas que son reflejo de la actualidad japonesa, y no un subproducto para marginados.
EL SIGUIENTE TEXTO ES DE LA PAGINA ANIMAGAWEB DONDE DAN UN EXPLICACION MEJOR REDACTADA AL ARTICULO
La paulatina proliferación de la historieta dentro de los medios generalistas es un paso necesario hacia esa mal denominada normalización, más si cabe en lo relativo al manga. Un análogo tebeístico que por unas u otras razones que no entraremos ahora a debatir, posee a veces, una imagen social y cultural generalmente inferior e indebidamente minusvalorada a la de otras manifestaciones del noveno arte. Bien sea por desinformación, por una equívoca asociación de ideas o conceptos, o por simple y puro gregarismo; el caso es que, artículos tan punibles y desafortunados como el firmado por Shingo Kato en el ABCD las Artes y las Letras (suplemente del ABC) bajo el título “Más allá de los «Otakus»”, concurre precisamente a exaltar y caricaturizar aquellos clichés ya de por sí bastante arraigados a la imagen que se percibe o promulga popularmente del cómic japonés.
Aunque en el siguiente enlace podéis leer al completo el susodicho escrito, es menester prestar especial atención a particulares sentencias de cariz ridículo, exacerbadamente exaltadas con razones o argumentos cuanto menos controvertibles. Como primera muestra, un botón que además es parte introductoria del texto: “…más familiarmente conocidos por los españoles como frikis, personas con tendencias extravagantes y provocativas, una chica que aparece en un tebeo manga se convierte en su propia novia. No es una casualidad. A estos otakus les cuesta mucho tener contacto con las chicas del mundo real y por eso se encierran en el mundo virtual del manga”.
Veamos, es rigurosamente cierto que en el Japón existen coyunturas como los así llamados hikikomori, un fenómeno preocupante de corte antisocial que afecta a un pequeño pero creciente porcentaje de los jóvenes nipones. Pero extrapolar un hecho similar como precepto o sectarismo de lo que no son más que consumidores o lectores de una determinada cultura, sea en el país del sol naciente o en cualquier región, es caer en el sensacionalismo más absoluto.
A continuación, otro extracto: “Taro Aso, un ex ministro de Asuntos Exteriores, se reconoce como gran aficionado al manga y a veces se toma por uno de los otakus. Aso siempre lleva en su coche la más reciente edición de los mangas, que aparecen semanalmente. Hace unos meses, en la campaña de elecciones para la presidencia de su partido, escogió el barrio de Akihabara, la meca de los otakus de todo el mundo, para una de sus intervenciones públicas”.
Si tenemos en cuenta que en el Japón el consumo de manga es una costumbre totalmente común y usual, un pasatiempo tan habitual como puede ser el fútbol dentro de nuestras fronteras, aludir a una situación cambiante basándose en algo que responde más que nada a cuestiones de marketing electoral, tiene difícil sostén.
Más conclusiones sacadas de contexto: “Algunos sociólogos consideran que este carácter del Sekai-Kei es resultado de la parálisis social extendida entre los jóvenes japoneses, una reacción a los cambios traídos por la globalización”. “Otra tendencia reciente viene representada por el Gômanizumu Sengen («Manifiesto de "soberbia", Gô-sen»). Desde su primera publicación en 1992, este «ensayo manga» (el protagonista es el propio autor, Yoshinori Kobayashi) acumuló seguidores por su estilo al emitir opiniones y tratar temas polémicos, como la coreanofobia o Kenkanryu, un manga que Kobayashi criticó y del que señaló: «sólo sirve para que la xenofobia se extienda por Japón»”. “De ahí que llame la atención que, mientras mangas como Mi novia... desvelan una total despreocupación por la sociedad japonesa, otros como Gô-sen insistan en la necesidad de pensar más en ella, actitudes ambas que son reflejo de la actualidad japonesa, y no un subproducto para marginados”.
Argüir que obras concretas o ciertos determinantes situacionales en las que están encuadradas, son un fiel reflejo e influencia concluyente para tales comportamientos o desencadenantes de una variabilidad social, es otorgarles un poder y unas facultades que están muy lejanas de la probada realidad. Acentuado porque asimismo, se trata de cómics y recursos aislados, protagonistas a lo sumo de unas pocas ficciones.
Luego, encontramos errores que hablan a las claras del poco dominio, conocimiento e información de la que se ha nutrido Shingo Kato para redactar tan brillantes líneas. Cita textual: “Entre los recientes mangas hay que destacar Vagabond, cuyo protagonista es Musashi Miyamoto, quizás el samurai más famoso, entre otras cosas por ser el autor del libro Hagakure”.
Cualquiera con unas pocas nociones de historia, y más si es de origen japonés, sabrá perfectamente que el autor de Hakagure (El Camino del Samurai) es Yamamoto Jōchō (Yamamoto Tsunetomo) y no el mitificado Musashi Miyamoto. Porque para mayor escarnio, pese a estar cronológicamente cercanos en el tiempo, jamás llegaron a coexistir.
Al lado de esto, otras erratas no revisten tanta importancia como: “…Saishuu Heiki Kanojo («Mi novia, el arma final»)”. O descripciones tan pobres y alejadas de la realidad narrativa que alguien que haya degustado las obras normalmente no afirmaría: “También destaca Nodame Cantabile, historia de una extraña pianista que puso en marcha el boom de la música clásica en Japón. O Nana, también sobre una chica que se dedica a la música, en este caso al rock. Y otro muy diferente: Death Note, en el que combaten dos muchachos por un «cuaderno de muerte», con el que se puede matar a las personas tan sólo escribiendo su nombre. Otro título que recordar es Mushishi, un silencioso y bellísimo manga en el que un chico mágico de hace unos cien años combate y dialoga con espíritus en la naturaleza japonesa”.
Descripciones terriblemente miserables para la profesionalidad que se le ha de suponer a un medio de esta dimensión, potenciadas por alguna aseveración que adolece de una falta de congruencia alarmante con el contenido original netamente expuesto en la trama.
Al margen de lo ya comentado y dejando algún punto interesante a tratar, lo más adecuado lógicamente, es que cada cuál lea el artículo de forma íntegra y extraiga su propio corolario. En definitiva, “Más allá de los «Otakus»” de Shingo Kato, reúne todas las excelencias que un escrito periodístico de la más baja calidad se congratularía de presentar, siendo el ejemplo perfecto de dislate que no se debería de publicar. No obstante, como decíamos al principio, la difusión en plataformas de público generalista es un paso adelante para lograr el reconocimiento y apoyo cultural del que el medio es acreedor, y del que goza en otras latitudes ajenas a nuestra piel de toro. Pero por favor, siempre con criterio y una mínima base sobre la que reflexionar. De lo contrario, nunca progresaremos más allá de un sector en el que gran parte de la información brota de la incansable y desagradecida labor que se realiza desde el amateurismo, o en la mejor de las situaciones, de manera semiprofesional.
lunes, 21 de enero de 2008
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